Un
hombre va al conocimiento como va a la guerra, bien despierto, con
miedo, con respeto, y con absoluta confianza en sí mismo. Ir al
conocimiento o ir a la guerra de cualquier otra manera es un error, y
quienquiera que lo haga vivirá para lamentar sus pasos.
( Carlos Castaneda, Las enseñanzas de don Juan )
La contracultura y el movimiento New Age
de los años 70 no podría entenderse sin la presencia de Carlos
Castaneda y sus libros. Comenzando por la publicación de The Teachings of Don Juan
en 1968, el candidato a doctorado en Antropología por la Universidad de
California en Los Ángeles (UCLA) cimbró el mundo académico y literario
de la era con un recuento de sus experiencias con el chamán yaqui don
Juan Matus.
Con los años aparecerían más libros (como Historias de poder, Una realidad aparte y Viaje a Ixtlán)
que serían traducidos a numerosos idiomas y leídos por miles de
personas. También con los años aparecerían personas, investigaciones y
documentales que buscarían “desenmascarar” al farsante detrás de
Castaneda, o al menos encontrar los rastros del hombre real oculto tras
el mito.
A casi medio siglo de la primera edición de The Teachings of Don Juan,
el libro sigue siendo una excelente pieza literaria, más allá de que la
academia y los estudios antropológicos —que en un principio la
acogieron— le hayan dado la espalda. En el libro asistimos al encuentro
de Castaneda con el chamán yaqui don Juan Matus, a quien Castaneda busca
para realizar una investigación antropológica sobre las “plantas de
poder” de los pueblos indígenas del norte de México y sur de Estados
Unidos. Luego de una serie de pruebas de iniciación, Castaneda se da
cuenta de que no está realizando ya una investigación académica, sino
que se ha embarcado en un viaje en la búsqueda del poder y en la misión
de vencer sus propios miedos y paradigmas occidentales acerca de la
percepción y la naturaleza de la realidad.
Don Juan efectivamente puso a Castaneda en contacto con las plantas de poder que este buscaba: se trataba del humito (hongo del género Psylocybe), la yerba del Diablo (Datura inoxia) y mescalito, la cactácea conocida como peyote (Lophophora williamsii),
plantas que permiten experimentar mediante su uso un desarreglo
ordenado de los sentidos, dentro de las tradiciones chamánicas de los
pueblos indígenas del continente.
El énfasis al hablar de la obra de
Castaneda suele ponerse en el uso de las plantas de poder; sin embargo, a
decir de don Juan, las plantas sirven únicamente cuando se ha
emprendido “el camino del guerrero”, una forma de convertirse en “hombre
de conocimiento”, un brujo. Los efectos psicoactivos de las plantas
pueden ser terriblemente peligrosos si no son manejados dentro del
ritual, e incluso dentro de este sus propiedades en cada persona son
impredecibles. Su importancia, sin embargo, radica en la posibilidad de
asistir a la realidad cotidiana desde una óptica enteramente distinta,
permitiendo un vislumbre de la grieta que une el mundo del inconsciente
con el de la conciencia, borrando la frontera entre lo visible y lo
invisible.
Aunque Octavio Paz criticó posteriormente los pasos que tomaba el fenómeno-Castaneda, cuando Las enseñanzas de don Juan aparecieron
publicadas por primera vez en español (el original fue escrito en
inglés), escribió un prólogo donde afirma que los brujos yaqui no le
dieron información etnográfica a Castaneda, sino que lo enseñaron a
verse a sí mismo y a su realidad desde la otredad; le enseñaron a ver, dice Paz, poéticamente,
esto es, desde ese lugar en el que el poeta es un testigo de su
realidad —una realidad consignada verbalmente de la que el lector puede
participar.
Al igual que el poeta que es a la vez
protagonista y testigo, Castañeda se debate a través de su narración
entre la visión antropológica y científica de las experiencias que le
muestra don Juan, y la visión propiamente mágica, cuando mediante su
participación en los rituales descubre que la frontera entre nuestra
realidad cotidiana y la otra puede ser atravesada, y que al atravesarla
el aprendiz se compromete a seguir el camino del conocimiento —esto es,
el camino con corazón.
Don Juan, principal fuente de Castañeda, creía sobre todo que un hombre de conocimiento era aquel que buscaba un camino con corazón:
Todos los caminos
son lo mismo, no llevan a ninguna parte. Son caminos que van por el
matorral… La única pregunta es: ¿tiene este camino corazón? Si lo tiene,
el camino es bueno; si no, no sirve de nada.
Un camino con corazón es aquel al cual
nos sentimos inclinados naturalmente, sin esfuerzo, como atendiendo a un
llamado de nuestro interior que nos guía en la dirección correcta. Para
elegirlo es importante perder dos cosas: el miedo y la ambición. El
miedo es la ilusión del error, y nada en el universo ocurre por error;
la ambición, por otra parte, es la identificación con el mundo, por lo
que el mundo terminará haciéndonos sus esclavos. Para don Juan, los
caminos con corazón se recorren simplemente porque aportan gozo a la
vida, porque dan fuerza y nos permiten conocernos a nosotros mismos y
ayudar a otros. Ese es el sentido de la expresión “ningún camino lleva a
ninguna parte”, pues todos los caminos del hombre desembocan en la
muerte; sin embargo, podemos llegar a ese destino final a través de un
camino con corazón o a través de un camino sin corazón; un camino con
corazón nos hará disfrutar del viaje y aprender de él; el otro, en
cambio, nos irá debilitando paulatinamente.
Se dice que Castaneda era a tal punto
elusivo que nadie podría reconocerlo si entrara en una habitación; que
no dejaba que lo grabaran o le hicieran fotografía; que a través de lo
que llamaba El Empuje (“The Pull”) un hombre podía atravesar kilómetros
de un sólo salto; que era un Nahualt tolteca y podía convertirse en
cuervo; que sus técnicas de meditación en movimiento (mezcla de Tai-Chi y
Kung Fu según algunos, patrañas según otros) no tienen nada que ver con
las enseñanzas yaquis que aprendiera en su primera etapa con don Juan;
que tuvo durante sus últimos años (muere en 1998 en LA a causa de
cáncer) un harem de seis mujeres, algunas de las cuales se suicidaron
luego de la muerte de Castañeda…
El simple recuento de las leyendas,
historias e investigaciones en torno a él daría suficiente material para
un libro, y lo peor es que nos quedaríamos en el mismo lugar: sin saber
quién fue el hombre Carlos Castañeda, si nació en Perú, México, Brasil o
EU, pero con una obra vasta, de gran belleza y valor literario, cuya
potencia para llevarnos a imaginar y expandir las fronteras de nuestra
percepción sigue siendo experimentada por lectores de todas las lenguas:
guerreros en la búsqueda de un camino con corazón.