sábado, 2 de junio de 2018

" Yuta puta "

Una de las máximas del izquierdismo es que los policías no son obreros sino “desclasados”. Así, su posición como miembros del aparato represivo los convierte política e ideológicamente en “anti-obreros”. Tampoco hay que apoyar sus reclamos, porque eso “refuerza” su capacidad represiva. Es más, ni siquiera conviene sindicalizarlos. Todo se resume entonces con una consigna fácil: “yuta puta”.
Esta idea tiene varios problemas. En principio, supone que es el policía el que “reprime” y no la burguesía y su Estado. Se los considera lo mismo. De ese modo, no hay posible contradicción alguna entre uno (el policía) y otro (el Estado burgués). Al mismo tiempo, suponen que el policía está destinado a ser reaccionario, como si la mayor parte de la clase obrera fuera por sí misma revolucionaria y no votara candidatos patronales.
Pero el asunto es más profundo: se encuentra atado a la idea que estos izquierdistas tienen del problema de la “seguridad” y la represión. Para ellos, los obreros son enemigos declarados del policía. Sin embargo, la realidad es más compleja: los obreros continuamente reclaman “mayor seguridad”. El laburante también es asaltado en la calle y está más expuesto a los robos que el burgués. El problema de la delincuencia lo puede afectar de mil maneras diferentes.
Pero, en definitiva, ¿a qué clase pertenecen los policías? Para resolver esto, no hay nada más equivocado que observar su “función”. Por el contrario, hay que mirar las relaciones sociales. El policía suele proceder de filas obreras, incluso de las más empobrecidas (¿quién , sino, va a arriesgar su vida todos los días por un sueldo miserable?). Lo único de lo que dispone es de su capacidad para trabajar. Tiene miles de vínculos sociales y hasta culturales con la clase obrera, desde su vida en un barrio obrero hasta el consumo de los mismos bienes o servicios.
Y es que la burguesía apela a fracciones de la clase obrera para ejercer su dominio. Sobran ejemplos al respecto: en un sentido ideológico, puede apelar a los docentes para educar a los obreros en la conciencia burguesa. ¿O alguien cree que la escuela siembra ideas revolucionarias? Al fin y al cabo, un docente reprime la conciencia. Lo mismo ocurre con las fuerzas de seguridad, aunque acá la represión sea física y más visible. Sin embargo, tarde o temprano, las capas más bajas de la jerarquía (soldados o gendarmes, suboficiales, incluso algunos oficiales inferiores) pueden comprender que hay algo que los separa del cuerpo que los obliga a reprimir. Claro que es más difícil. Históricamente, la burguesía les ha negado los más mínimos derechos democráticos: de reunión y agremiación, de libre expresión, de intervención política, de huelga. Por eso mismo requieren más que nunca una política acorde a las necesidades del caso.
¿Parece una locura? Bueno, ejemplos históricos hay de sobra. No habría existido revolución rusa sin quiebre del aparato represivo, para el cual se trabajó desde mucho antes de las jornadas revolucionarias. En numerosas ocasiones, policías se negaron a reprimir. Quebrar el aparato policial es posible y la sindicalización sería un buen paso. Permitiría que las bases
entren en contradicción con la oficialidad, que comprendan que sus intereses de clase se encuentran ligados a las luchas de los trabajadores, escapar a los manejos turbios de sus superiores y denunciarlos o incluso rehusar de la lumpenización. En definitiva, permitiría luchar contra el aislamiento que la burguesía impone a los policías de base, cuando busca encerrarlos en espacios donde no entre otra influencia que no sea la suya.

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